martes, 31 de marzo de 2009

La Bella Durmiente

Viajar es un placer que nos suele suceder, viajar es muchas veces una aventura sin igual. Donde sorpresas pueden pasar.
El último viaje que hice fue corto, pero placentero. Mi destino era la misteriosa buenos aires, una mañana de domingo lluviosa, una odisea llegar a la terminal a tiempo, ya que el chofer del cole local estaba en su rutina dominguera con la pachorra propia de esos días. Yo en mi butaca conteniendo el remolino de nervios, aquietando mis deseos de correr y decirle ¡podés ir más fuerte, no quiero perderme el rosarino!. Me contuve, el tiempo pasó lento, pero las calles rápido y al bajar del 112 tuve que correr las cuadras que me separaban de la terminal a la velocidad de la luz con mis pequeñas patitas cortas (es decir que mi velocidad de luz es lenta); bajo una lluvia tenaz y persistente.
Corría bajo la lluvia con mi piloto negro y mi bolso de mujer maravilla estorbando mi paso, terminé en tiempo, pero no en forma en la ventanilla, una de las empleadas terminaba de atender a un pasajero también apurado, saqué boleto más veloz que Speddy Gónzalez y terminé en la plataforma 4, una vez más en mi vida. Y ella solitaria enfundada en su piloto azul, le daba la ultima pitada a su cigarrillo, y entreabriendo su carnosa boca, dejó salir el humo, tiró suavemente su cara hacía atrás, y sus labios se dirigieron a mí seductoramente. Quise estar en esa boca, perder mis manos en su cabellera lacia… pero el guarda rompió estrepitosamente mi fantasía, no me quedó otra que subir al coche dejándola a ella en la plataforma.
Fui directo a la butaca 17, unas chicas ocupaban la misma, resolví no molestarlas pidiéndoles que ocupen sus lugares y me senté en la butaca cercana, cuando de pronto como flotando en el aire se aproxima ella. Se dirigió a las chicas e indagó
-¿Qué butaca tienen ustedes?
- 15 y 16 -respondieron.
-Se ubicaron mal, -les dijo con una sonrisa y la voz más dulce que puede oír.
Yo me revolvía como loca en la butaca 19, y quería pegarme con algo, sacar el libro que llevaba en mi cartera y darme golpes en la cabeza o comerme una a una las páginas… me sentía tan idiota, por una vez en mi vida que no reclamaba mi asiento y no hacía lo acostumbrado; por ser buena onda y no andar generando malestares o incomodidades a la gente.
-Por mi está bien chicas, pero no se si la otra persona viene y les reclama el asiento.
Y ahí volví a cometer la otra estupidez (y ya iban dos para esa mañana gris), y fue decir "soy yo y ya me ubiqué acá, está todo bien". Pero no, no estaba todo bien para mí, quería sentarme con ella, compartir el viaje, aunque sea sentirla cerca, aprovechar el perfume de su cuerpo, y hablar aunque sea de boludeces y que ese corto viaje terminara en una noche de amor, o varias.
De a poco, cedí a mi enojo y me fui calmando y sintiéndome menos estúpida, y empecé a creer en lo milagros y a rezar porque sucediera y que el dueño de mi butaca llegara a reclamar su pequeño territorio. El milagro no se hizo esperar, y llegó y era joven, y era hombre, y me miró y me dijo "tengo el 19". Yo me levanté como con un resorte y le hice entender que no tenía ningún problema en cederle el lugar, cuando de pronto la voz dulce sonó y dijo "podés sentarte conmigo", el flaco me miró y me dijo "no tengo problemas, me siento donde sea"… (Obviamente que no tenía problemas, tamaño bombón) no, no ocupá tu asiento (le dije con dureza), y corrí veloz, tan veloz que casi caigo de lleno sobre ella porque justo el micro emprendía la marcha.
Nos pedimos disculpas mutuamente, ella por no sacar el bolso que tenía a los pies y yo por el tropezón… misión cumplida dije, y me sentí triunfal, ganadora del premio mayor. Ahora tenía que encontrar un tema de conversación, u ofrecerle un café; pero ella sacó lentamente su fastidioso mp3, nunca odié mas a un aparto de esos… tenía a mi lado a la mujer mas hermosa de los últimos tiempos, y no podía entablar una charla con ella.
Decidí dormir un rato, y tal vez en sueños descubría una estrategia para hablarle…cuando desperté por los alaridos que pegaba una pequeña que retozaba por los pasillos del micro, ella dormía placidamente con la cara inclinada rozando el borde de mi hombro, y el calor persistente de su respiración encendía mis sentidos. Yo no quería moverme para no despertarla de su profundo sueño.
El micro siguió consumiendo kilómetros, la pequeña sabandija siguió desperdigando gritillos por doquier, y en un momento dado la bella durmiente despertó. Faltaban apenas unos 30 minutos para llegar a retiro, y decido sacar la famosa Guía T, mi As bajo la manga, y la pegunta fue ¿sos de Buenos Aires?; lo que siguió lo dejo al libre albedrío de cada una de ustedes… escriban su propio final.

Hacelo Volar!!

Nos conocimos en un tiempo remoto,
donde los paisajes eran nuestro,
donde la suma de todo siempre daba en positivo…
donde recordar era discreto.
me dijiste hacelo volar amor,
y era el pequeño fruto de un árbol.


Hoy en el balcón de una casa, esas palabras volvieron a mi
encontré ese fruto, pendido del hilo de la vida
colgaba quieto y suave,
persistente y altivo
y me acordé de vos,
y me acordé de tus besos,
y en una esquina de la ciudad me crucé con tu hermana,
y al cruzar la calle
las palabras venían a borbotones a mi mente con música de sabina
"y no hay nostalgia peor que añorar lo que nunca jamás sucedió,
mandame una postal… de tu cuerpo,
de los paisajes que recorrí buscando el sabor de tu miel,
mandame una postal de esos besos,
que serán míos por siempre en esta nostalgia que me visita
con su disfraz de amor eterno.

hacelo volar amor … aunque ya estés tan lejos de mi y de ti,
hacelo volar… que el tiempo es sólo una daga que va deshilachando lento.

sábado, 7 de marzo de 2009

hoy

hoy murió alguien,
no importa quién…
murió mientras creía que vivía,
sus manos se llenaban de olvidos y de placeres
comprados en almacenes de ramos generales;

Era lógico que muriera
ya nadie lo recordaba… ni él se visitaba,
su casa olía a soledades,
todas amontonadas hedían de humedad,
las bolsas de los supermercados pululaban en la heladera,
la televisión, la radio, y el centro musical
vociferaban en alta voz,
él no escuchaba nada de lo que leía,
el lechero ya no pasaba,
el verdulero a veces le tiraba unas frutas por las rejas,
sus perros se las deboraban…

él, inquieto en su sofá sólo consumía su propia vida.